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CRÓNICA DIA 7º

 

Merzouga-Midelt

 

“A las 9’00 h de la mañana, con el coche cargado” nos encontramos en el restaurante del albergue Tombouctou para tomarnos un delicioso desayuno. Al subirnos a los coches nos invade la sensación de haber pasado el ecuador de nuestro viaje y tener que tomar otra vez rumbo Norte.

 

La primera parada la hicimos en RISSANI, donde nos encontramos con un mercadillo muy auténtico, todo un desafío para los sentidos. Había miles de especias, que no conocíamos, pero que ofrecían un colorido y unos aromas impresionantes. Las chicas nos volvimos locas con los jabones para perfumar la ropa, la henna para pintarse el rabillo del ojo, las manos o teñirse el pelo.

 

Un toque macabro lo ofrecían animales disecados, que colgaban del techo de algunos puestos.

 

Visitamos un mercado de ovejas y otro de vacas, así como un parking. Pero no era un parking cualquiera, era un parking para burros, donde la gente que iba al mercado dejaba su medio de locomoción.

 

Tras las primeras impresiones, nos fijamos un poco más en la gente. Se me encogió el alma al ver a mujeres mayores, vestidas totalmente de negro, que llevaban hasta la cara tapada. Recordé un reportaje que había leído donde se explicaba que la parte de la población más pobre en los países musulmanes eran las viudas, ya que no les estaba permitido trabajar y vivían a expensas de la caridad de los demás.

 

La visita con el guía terminó inevitablemente en una tienda de alfombras. Nos explicaron los diferentes tipos y usos y algunos patos se llevaron auténticas maravillas. Pero luego pasamos a la sección de bisutería, donde a las féminas se nos iluminaron los ojos, comparando, revolviendo, eligiendo, vamos, estábamos en nuestra salsa, hasta que nos dijeron los precios. No había ni lugar al regateo: salimos por piernas.

 

Continuamos rumbo Norte, pasando por las gargantas del río Ziz, que vimos por primera vez de día, ya que la ida la hicimos de noche. Son, en dos palabras “im-presionantes”. Los altísimos acantilados desérticos y en el fondo de las gargantas, la tierra más frondosa que uno se puede imaginar. Las curiosas construcciones de adobe forman el resto del paisaje.

 

Kilómetro tras kilómetro nuestros estómagos nos recuerdan que llega la hora del rengue y por la emisora se oye la pregunta que nos estábamos haciendo todos “Antonio ¿Inesita no necesita comer?” La pobre, que nunca se queja, nos sirve de excusa para todo.

 

Paramos en un sitio, que al momento se llenó de niños. Juan, que había desarrollado una gran habilidad para dominar estas situaciones, enseguida los puso en fila y les explicó que si se quedaban calladitos y un poco apartados mientras comíamos, cuando nos fuéramos les daríamos regalos. Los niños cumplieron su parte del trato y nosotros el nuestro. Antes de marcharnos les dimos ya todo lo que nos quedaba, no sin antes asombrarnos de lo excepcionalmente guapos que eran.

 

Luis le dio a un señor un bolígrafo y el señor se quedó como petrificado, sin moverse. Esperemos, que entre tanto haya reaccionado.

 

Seguimos nuestro camino y llegamos a Kasbah Asmaa en Midelt. Se trata de una Kasbah preciosa por fuera y por dentro. A los Discopatos nos tocaron 2 habitaciones, una de ellas hacía esquina y tenía un pequeño saloncito. Los Discopatitos, sin pensárselo 2 veces se apoderaron de ella.

 

Tras instalarnos y admirar cada rincón del hotel, quedamos para ir a comprar fósiles a “Africa Mineral”. Nuestra odisea comenzó cuando descubrimos que “Africa Mineral” estaba cerrado y nuestra excepcional intérprete Mª Jesús, alias “huevo de pato”, con muy buen criterio,  preguntó a un policía. Pero quedó demostrado, que ni de ellos se puede uno fiar. El policía le encargó a un chico en una moto amarilla que nos guiase a una cantera y fábrica de fósiles y minerales. Le insistieron que debía ser un sitio de calidad, o sea el “Louvre de los fósiles”. Dijeron que sí, que sí, que por supuesto. Tras recorrernos durante varios minutos, que nos parecieron horas, los suburbios de Midelt (con música de Hitchcock por la emisora, para crear ambiente), acabamos en una especie de garaje de 2 x 2 metros, donde tenían algún fósilillo.

 

Nos enfadamos y nos aseguraron que se habían equivocado y que ahora sí que sí que nos iban a llevar al “Louvre de los Fósiles”. Llegamos a una tienda, que efectivamente era bastante grande, pero - estaba cerrada.

 

Rotundamente nos volvimos al hotel, el de la moto amarilla nos adelantó y se metió en una de las tiendas de fósiles que había en frente del hotel, seguramente para alertar al vendedor y llevarse su comisión. Nosotros nos metimos en la otra tienda, de las 2 que había y nos pudimos quitar el gusanillo de los fósiles y minerales. El vendedor se portó de maravilla, regateamos y nos hizo regalos.

 

Por la noche en el hotel, tras degustar un delicioso cus-cus y reirnos un poco a costa de nuestra aventura y de las potenciales parejas que se habían formado durante el viaje, apareció el grupo Mexcar con nuestros ”patos Escuderos” Gregorio y Javi. Nos saludamos efusivamente y en seguida nos empezamos a contar las miles de anécdotas vividas por unos y por otros.

 

Acabamos la noche haciendo el “botellón” en la habitación grande, que se habían cogido los Discopatitos, sin que los 2 salieran de sus camas para que nadie les quitara el sitio.

 

 

 

 

 

 


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